Me contaba mi abuela que sabía de un pueblo, donde había una casa, en la cual vivía un matrimonio. Una noche, recién acostados, se oyó un golpe seco en el techo del dormitorio Gusto encima se encontraba la cámara, habitación grande usada para guardar el grano, las almendras y, en fin, todo lo que recolectaban del campo). La mujer, sobresaltada, instó al marido a subir para saber de dónde procedía el imprevisto ruido. Él, refunfuñando, encendió un candil y subió, arrastrando aun el primer sueño por las escaleras. Abrió la puerta de la cámara y con los ojos medio cerrados revisó cada rincón, sin encontrar nada fuera de lo normal. Al bajar le dijo a su mujer:
-Yo voy a seguir durmiendo, pues arriba no hay nada.
Vuelven a la cama y nada mas cerrar los ojos se escucha un nuevo ruido, esta vez como si algo se arrastrara por todo el techo. La mujer se incorpora de un respingo y agarrando a su marido le susurra asustada:
-¡Pepe, Pepe, despierta, hay alguien arriba!
El hombre, un poco más molesto que antes, se levanta con mucho • esfuerzo, sube, abre, revisa y nada, nadie. Al bajar, ya mucho más despierto por el enfado, le dice:
-María, arriba no hay nadie, yo no he escuchado nada, ¡a ver si me dejas dormir de una vez!
Nada más terminar de decir esto se escucha claramente un arrastrar, como de una silla o un objeto pesado. Se miran los dos y ella le dice:
-Tú dices que no hay nadie, que no has visto nada Pues debe de ser un espíritu o un alma del otro mundo que quiere algo, ¡Pepe tienes que subir otra vez!
Pepe, que no creía en estas cosas e irritado por no poder dormir, le dice a su mujer:
-¿Por qué no subes tú y le preguntas qué quiere y le dices que nos deje dormir de una vez?
Ella entiende que eso es lo mejor, así que, se cubre con su bata, incita a su marido a acompañarla y suben juntos las escaleras de la cámara. Una vez arriba, abren la puerta lentamente, no se escucha nada, revisan con cuidado cada rincón y no hay nadie. María, hablando muy bajito exclama:
-¡Esto es un fantasma, vámonos!
Salen, pero a la mujer se le ocurre la idea de quedarse junto a la puerta, y nada mas oír un ruido entrar y sorprender al fantasma. Así, cada vez más asustados, esperan. De repente el ruido comienza. Entran, preparados con un palo por si acaso. Sorprendidos ven un enorme cedazo de cernir arena arrastrándose de un lado a otro de la cámara. La mujer casi se desmaya del susto y grita:
-¡ Un espíritu!¡ Un espíritu!
El marido asustado le da una patada al cedazo. No cabían en si de la sorpresa cuando ven salir de debajo, asustada, sacudiéndose las plumas y cacareando, a una gallina.